jueves, 15 de julio de 2010

jueves, 24 de junio de 2010

Presentación en Murcia de Echo Sierra

El martes 29 de junio a las 19:30 tendra lugar la presentación de Echo Sierra en el salón de la Bibioteca Regional de Murcia.

Asisten:

D. Agustín Donaire González, Segundo Jefe de la Delegación de Defensa de Murcia.
D. Jorge Bañón, Delegado de ARES en Murcia
D. César Pintado, autor de la obra

Tras la charla-coloquio habrá un punto de venta de la novela y tendrá lugar una firma de ejemplares.
Anímate y ven. Total, ese día no juega España.

martes, 8 de junio de 2010

Viernes Santo en Los Montesinos

Los Montesinos, Alicante. 10 de abril. 20:39.

Desde 2006 se instauró una curiosa tradición en Los Montesinos, que se ufanaba en que era la localidad con mayor proporción de reservistas voluntarios. En realidad sólo eran cuatro los allí empadronados, pero ya que la población era de apenas cuatro mil habitantes, tal afirmación era posiblemente cierta. La tradición la comenzó un alférez de fragata reservista llamado Pascual Simón que además era hermano de una de las cofradías que sacaban los pasos en Semana Santa. Ya que hacía muchos años que las procesiones no tenían escolta militar y que recuperarla supondría mantener de servicio a cierto número de profesionales en Viernes Santo, a Simón se le ocurrió invitar a sus amigos de la Reserva Voluntaria. De los dieciocho reservistas repartidos en tres pasos, el número creció en progresión geométrica los años siguientes y el evento se convirtió en una mezcla de festividad religioso-militar, actividad asociativa y práctica deportiva. Para Medina, que siempre había sido religioso, era una muestra de devoción y una oportunidad de encontrarse con los amigos. A punto de salir de misión, sentía que necesitaba ambas cosas. Eva le acompañaba no muy entusiasmada, pero al menos le alegraba ver a su marido de mejor humor. Y en mejor, forma, como había comprobado cuando se cambiaba de ropa. Se aproximó a la plaza de la iglesia y le pareció ver a los alféreces Mora y Yuste.

- ¡Hombre, aquí están Pili y Mili!
- A la orden, mi alférez. No esperaba verte aquí hoy.
- Cuánto bueno por aquí hoy. ¿Qué te queda para irte? Oye, te veo más afilado.
- Me voy esta semana que viene, nos han dado unos días. Y si me ves más afilado no te extrañe, me he pegado unas palizas a andar que creo que he gastado los tacos de las botas.
- Mucha caña, ¿no?
- Caña, anzuelo y sedal. ¿Dónde está la gente?
- Está aún dentro del ayuntamiento, con el subdelegado de defensa. Enseguida empezamos con los ensayos.
- ¿Traes mimeta?
- No, ensayo así y me evito otro cambio de ropa.
Empezaron a salir uniformes del ayuntamiento. Había muchas caras nuevas, pero eran las caras conocidas las que Medina buscaba con la vista. A Medida que las encontraba se sucedían los saludos, los abrazos y los apretones de manos. No era el único que iba de misión, pero los que iban recibían ese día un tratamiento especial. Eran Medina, dos sargentos y un cabo 1º de Infantería de Marina, dos alféreces de Sanidad y un cabo de Tierra. El alférez de fragata Simón no vestía aún el uniforme al ir primero como cofrade, pero los reunió y se los llevó a la sacristía, donde estaca acabando de prepararse un jovial párroco de pelo canoso.
- Don Gabino, esto son los compañeros que se van ahora a Somalilandia. ¿Tendría usted inconveniente en echarles una bendición?
- Pues no se, depende. ¿Han pasado por el limosnero? –preguntó muy serio-. Es broma, venid para acá.
Los ocho hombres inclinaron la cabeza y el párroco pronunció las palabras con tono cariñoso dentro de lo solemne. Regaló a cada uno una medalla de latón y una estampa, que Medina se guardó en el bolsillo de la guerrera tras besarlas.
Salieron a la plaza y empezaron a agruparse para los ensayos. Normalmente Tierra se encargaba de escoltar a La Dolorosa, la Armada al Cristo Crucificado y el Cristo Yaciente tenía una escolta mixta del Ejército del Aire, Infantería de Marina o quien quedase desparejado.
- Alberto, te toca este año el Cristo Yaciente. Como eres el más antiguo te pones el primero.
Medina ocupó su lugar y la salida de los pasos comenzó hacia las nueve, precedido cada uno por el himno nacional. Como todos los años, tendía a sentirse un poco inseguro sobre la coreografía del acto, pero los hermanos mayores revisaban cada detalle con el celo de un suboficial veterano. El paso del Cristo Yaciente fue el último en salir. La heterogénea escolta se distribuyó alrededor del paso intentado acompasar el paso de oca con el majestuoso oscilamiento de los costaleros y las apretadas maniobras para girar. Algunos de los reservistas tenían ya seis años de experiencia con aquella procesión y se integraban perfectamente, con un paso de oca moderado y manteniendo los brazos pegados al cuerpo; los más bisoños ocupaban las posiciones retrasadas y se dejaban guiar por el paso de los veteranos. Se hizo un silencio pesado que precedió al tambor y éste a los acordes de la orquesta municipal. La procesión recorría las estrechas calles del pueblo flanqueda por un mar de velas encendidas. Los hermanos mayores de la cofradía se coordinaban con unos intercomunicadores con micrófonos y auriculares que se habrían comprado ese año, evitando el “efecto gusano” y marcando el paso al redoble del tambor. Llegaban ya a la Calle Mayor cuando se hizo un alto y una mujer de unos cincuenta años entonó una saeta a la Virgen. Medina no era muy folclórico, pero no podía sustraerse al efecto de aquel canto a capella, que engarzaba música y devoción con una entonación casi hiriente. Terminada la saeta la procesión reanudó su marcha, pero Medina empezó a oir detrás del paso unas notas que le resultaban familiares. Estaban tocando La Madrugá, una marcha fúnebre. El toque de las campanas al principio parecía clavársele en el alma. Medina se sintió de repente más despierto, lleno de fatalismo, o más bien de una especie de triste orgullo. Se irguió aún más en su considerable altura y se concentró en seguir el paso. Puede que fuese la tensión antes de marcharse, el ambiente o la ansiedad acumulada durante meses, pero en aquel momento tuvo que hacer un enorme esfuerzo para no echarse a llorar. Pensó en el cabo 1º de la Armada que había muerto unos días antes, en las caras de los muertos de otras misiones y sintió una gran empatía. Casi todos eran hombres jóvenes, muchos más jóvenes que él. ¿Qué esperarían de sus misiones? ¿Una aventura, una oportunidad o simplemente hacer su trabajo? A veces se cuestionaba la virtud de aquellas misiones exteriores, sobre todo por las realidades que se ocultaban tras el teatrillo humanitario. Para Medina se pretendían justificar de esa manera ante una sociedad que no estaba dispuesta a usar sus ejércitos ni aún para defenderse, apática y frívola. Para él estaba claro, iba porque necesitaba el dinero. Eso y escapar un tiempo de una vida que le asfixiaba, que le privaba de su dignidad y de su función. Puede que recuperase algo de eso en Somalilandia o eso esperaba. Aquel rincón del mundo le importaba poco, pero quería que al menos todo aquello sirviese para algo.
La procesión terminó al volver los pasos a la parroquia. Era costumbre que el ayuntamiento preparase un ágape de medianoche para los que habían participado en la procesión. Era la primera vez que los reservistas congregados en Los Montesinos despedían a unos compañeros que se iban de misión. Se brindó por los “expedicionarios” y recibieron toda clase de consejos y buenos deseos. La despedida fue más larga y emotiva que ninguna vez anterior y Medina llegó a sentirse molesto por tanto abrazo y besuqueo, pero aceptó todas las muestras de afecto. De todas maneras, no quería abusar de la paciencia de Eva y se retiraron pronto excusándose con la necesidad de descansar antes del viaje de vuelta a San Fernando.


miércoles, 26 de mayo de 2010

Medina se presenta en la unidad

Cuartel General del TEAR. San Fernando, Cádiz. 1 de marzo. 08:29.


Era una mañana fresca y Medina atravesaba el patio adoquinado buscando la oficina de S-1, la encargada de los asuntos de personal. Había pasado la noche en una pensión cercana ante la imposibilidad del cabo de guardia de encontrarle un alojamiento la tarde anterior. Así que se había levantado temprano, se había puesto su uniforme de campaña para ahorrar tiempo y ahora se preparaba para incorporarse a la activación que esperaba que solucionase sus problemas. Repasaba mentalmente los detalles. Se había cortado el pelo al dos, su uniformidad era impecable y casi podía mirarse en sus botas. Llevaba su petate y un portatrajes, la verdad era que pesaban un poco. Entró en el edificio que le habían indicado y buscó la oficina de S-1. Estaba al final de pasillo, abrió la puerta y entre el grupo de recién llegados le alegró ver una cara conocida.

- Muñoz, me alegro de verte.

- ¡Coño, a la orden mi alférez! No sabía que le habían llamado. ¿Se viene también a lo de Somalilandia?

- Si, así de desesperados están. ¿Y con el trabajo qué has hecho?

- Más me ha costado convencer a la máquina de reñir, pero se lo he vendido lo mejor posible y parece que ya se ha hecho a la idea. ¿Y usted qué?

- El trabajo no ha sido problema porque no lo tengo. Lo de la parienta si me ha costado algún roce. Bueno, ¿con quien hay que hablar aquí?

- El brigada Recuero es quien asigna los destinos y recoge la documentación. ¿Sabe si van a venir más reservistas?

- Por el foro se dice que sobre cincuenta, pero no te sabría decir. A los de Tierra los han activado antes, pero tampoco parece que sean muchos. ¿Algún conocido por aquí?

- Aparte de usted ninguno de momento. Ya veremos, parece que somos de los primeros.

Los dos hombres siguieron hablando mientras corría la cola. Muñoz tenía plaza de conductor y fue asignado a la Compañía de Servicios. Medina le despidió con un apretón en el brazo y le deseó suerte.

- Buenos días –dijo medina sacando de un sobre grande la documentación que tenía que entregar.

- Hoja de domiciliación bancaria, hoja del ISFAS, A-3, A-2… ¿Tiene el A-4, la hoja de notificación del cese de activación? Es mejor dejarlo firmado ya.

- No hay problema.

Lo sacó del sobre, lo firmó y lo entregó al brigada.

- ¿Trae coche?

- No.

- Necesitará alojamiento, supongo.

- Supone bien.

- Esta es la llave de su camareta. Bajando por esta misma calle, la segunda a la izquierda. Allí verá unos alojamientos modulares, allí es donde estamos alojando al personal agregado. Veamos, usted es…traductor. ¿Qué idiomas habla?

- Estoy certificado oficialmente para inglés, francés y alemán. Me apaño bien en ruso y árabe, pero no estoy certificado.

- Vaya –dijo Recuero alzando las cejas, pero sin levantar la vista de los listados que tenía en su mostrador-. Un momento, por favor.

Recuero fue al despacho del capitán con el expediente de Medina, que vio un poco como hablaban los dos hombres, aunque sin oir lo que decían. El capitán parecía contrariado y meneó la cabeza. El brigada salió al mostrador, guardó el expediente de Medina e hizo una anotación en un listado.

- Séptima Compañía. Con el capitán Mondaza –dijo escuetamente.

- Visto. ¿Dónde puedo encontrarle?

- Buena pregunta. De momento vaya a la compañía y si no está allí espérele. Según se sale por el pasillo largo a la izquierda está el III Batallón. La 7ª Compañía está en la planta baja. Pregunte allí por el despacho del capitán.

- ¿Llevo antes mis cosas al alojamiento?

- Mejor si. Busque la camareta Nº 2 en los alojamientos modulares, saliendo…

- …bajando y la segunda a la izquierda, le he oído antes. ¿Ya está todo?

- Ya lo tiene todo. Mejor no se demore con Mondaza.

- Pues hasta luego.

- Hasta más ver.

Nada, otro que no saluda a los oficiales reservistas, se dijo Medina. Cogió su equipaje y buscó el alojamiento. Encontró una especie de contenedores con aire acondicionado a la sombra de unos pinos. Subió las escaleras y encontró su camareta, que de momento estaba vacía. Se tomó un rato para poner la ropa de cama, llenar la taquilla metálica con sus cosas y dejar la camareta lista para usar. Al menos estaba limpia. Bajó las escaleras y buscó el III Batallón, se trataba de un edificio pintado de blanco con rodapiés y pilares de granito. Entró y al principio le pareció muy decorado para ser una unidad operativa. El cuartelero se puso en pie al verle.

- A la orden, mi alférez.

- Hola. ¿Dónde puedo encontrar al capitán Mondaza?

- Acaba de volver, mi alférez. Está en ese despacho –dio señalando.

- Bien, gracias.

Medina oyó voces en el interior y esperó en la puerta. El tono era elevado, aunque la voz no era potente. No pudo distinguir el acento, aunque le parecía que tenía cierto deje andaluz. También oyó una voz más joven, aunque tan baja que no pudo entender lo que decía. Pasados unos minutos, un joven infante de marina salió del despacho con aire preocupado. Fue entonces cuando dio unos toques con los nudillos en la puerta. La cabeza de Mondaza se giró hacia la puerta y dirigió una mirada muy poco amable a Medina.

- ¿Y usted qué quiere?

- A la orden, mi capitán. Se presenta el alférez Alberto Medina Aguado, asignado a esta compañía. Parece que soy su traductor –dijo en posición de firme.

- Descanse. Ya me dijeron que llegaría. Bueno, pues bienvenido. Pero pase. O sea que traductor. ¿De qué?

- Estoy certificado en inglés, francés y alemán. También hablo un poco de árabe y ruso.

- ¿Anta tatalamuka aloja al arabiya?

- Naam, kalil. ¿Usted habla también árabe, mi capitán?

- Me las arreglo para hablar, pero leerlo y escribirlo es otra cosa. Soy de Melilla y claro, crecí rodeado de moros. Llega usted a tiempo, esta noche tenemos una marchita de veinticinco kilómetros. ¿Se ve capaz?

- Si, mi capitán –respondió Medina, que empezaba a pensar que Mondaza no iba a invitarle a sentarse.

- Yo ahora tengo que hacer. Usted vaya a la furrilería y hable con el cabo Llorente. Que le de el equipo de campaña. Si tiene alguna duda sobre lo que tiene que llevar pregúntele a él. Instálese y me busca después de comer, a las 16:00. Tendremos una teórica sobre marcha y orientación, después revisamos el equipo, cogemos armamento y a las 19: 30 nos vamos de marcha. Puede irse.

- A la orden, mi capitán.

Medina salió del despacho y preguntó por la furrilería, que estaba en el sótano. Allí encontró un risueño cabo que por la edad debía ser de tropa permanente.

- A la orden, mi alférez. ¿En qué puedo servirle?

- Buenas. Me acaban de agregar a la compañía, esta noche nos vamos de marcha. ¿Puede darme el equipo de campaña?

- ¿Qué le hace falta?

- Pues casi todo, acabo de llegar.

- ¿Es usted de los reservistas que van de misión? –dijo poniéndose a buscar en los estantes-. ¿Y con quien está?

- Con el capitán Mondaza, acabo de presentarme a él.

El furriel se paró en seco y miró a Medina meneando la cabeza con expresión de póquer.

- ¿Pasa algo con Mondaza?

- Nada, espero que venga con los machos apretados. Mondaza es un personaje. No me entienda mal, es un oficial cojonudo y en el fondo es buena gente, pero hasta que se llega al fondo…

- Ya he visto que no es Mister Simpatía.

- No, no es eso –respondió Llorente sin dejar de llenar una mochila de campaña que había sacado-. El tío ha pasado por operaciones especiales como tropa, como suboficial y como oficial. No se de nadie más que lo haya hecho. Y no aguanta tonterías. A mí me cae bien, pero se pasa de serio. Ahora le han elegido para mandar la QRF de la agrupación y está metiendo caña a base de bien.

- Ya veo. ¿Le conoce desde hace mucho?

- Yo llevo quince años aquí, y menos un par de años que estuvo en la AGRUMAD, siempre ha estado aquí también. Antes no se. Tampoco es que él de mucha confianza, ¿entiende?

- Ya, un tío duro. ¿Algún consejo?

- El tío se tira de cabeza por su gente, pero no tiene correa. Si no quiere tener problemas con él, mi consejo es que trabaje como un negro y no gaste bromas. Tiene buen fondo, no me entienda mal. Es que…hay que ganárselo.

El equipo se iba acumulando en el mostrador y en la mochila, y con él la aprensión de Medina ante la perspectiva de tener que llevar todo aquello encima a lo largo de veinticinco kilómetros. El cabo iba punteando las piezas de equipo en una hoja. Cuando terminó de...

miércoles, 19 de mayo de 2010

Presentación de Yafaar

Jartum, Sudán. 8 de junio. 19:20.

Había sido un buen día para Yafaar. Había pasado varios meses fuera y estaba disfrutando aún de su vuelta a casa. Los niños estaban muy cambiados, pero todos parecían estar bien, salvo su madre. Su corazón estaba cada vez más débil y ya apenas se levantaba de la cama. Era consciente de que era muy posible que este permiso podía ser la última vez que la viese, así que se dijo a sí mismo que debía pasar todo el tiempo que pudiese con ella. El día menos pensado Dios la llamaría para reunirse con su padre y él estaría lejos, posiblemente no se enteraría hasta días después y desde luego no podría asistir a los funerales.

Era una vida dura, pensaba mientras esas cavilaciones le afligían a la vez que recorría las calles que le separaban del locutorio al que debía ir. Pero era el trabajo de Dios y su sagrado deber como creyente hacer todo lo posible para que se hiciese Su voluntad en la Tierra. Otros hermanos tenían cometidos más duros, no podía quejarse. A él nadie le pidió que fuese a Iraq o Afganistán, ni que se inmolase en ningún país lejano. Yafaar Mohamed Hussein era un abogado competente y resuelto, un hombre al que se le daban bien los idiomas y un buen musulmán. Siempre había frecuentado la mezquita y la madrasa con su hermano Hazim, de quien no se separaba de pequeño. Pero Hazim salió de la madrasa con algo más que su hermano mayor. Comenzó a cultivar nuevas amistades y a frecuentar otros círculos. No era tan buen estudiante como Yafaar, y a sus padres les procupaba que no pudiese aspirar más que a un oficio o a un puesto de eterno subordinado, aparte de que a Hazim no parecía importarle nada más que Dios, su familia y sus amigos. Un día al llegar a casa dijo que uno de sus amigos le había conseguido un trabajo en Londres. A Yafaar le gustó la idea de que dejase aquel ambiente y a sus sombrías nuevas compañías. No se hacía ilusiones con las posibilidades de su hermano en el extranjero, pero sin duda eran mayores que en casa.

Pasaron varios años. Hazim llamaba con regularidad, pero algo no iba bien. Decía ganar dinero y que todo le iba bien, pero nada de mujer ni hijos, ni tan siquiera parecía interesado en tener novia. Lo cierto es que la transformación que comenzó en Jartum se completó en una mezquita de West Hampstead, al norte de Londres. La mezquita, como la mayoría de las nuevas construidas en Europa, fue financiada por el gobierno saudí y en consecuencia se hizo cargo de ella un imán de la misma nacionalidad. Dado que la única rama permitida del Islam en Arabia Saudí era el wahabismo, la generosidad en la financiación de mezquitas en tierras de infieles tenía como resultado una auténtica colonización religiosa por parte una de las ramas más extremistas del Islam. La llegada a Europa de jóvenes musulmanes como Hazim era como arrojar cerillas a un charco de gasolina. Alienados, desarraigados, mayoritariamente pobres y sabiéndose objeto de desconfianza, no hacía falta ser un gran teólogo para catalizar sus frustraciones y odios en una nueva religiosidad. A Hazim le obsesionaban aquellas mujeres repugnantes que se paseaban medio desnudas, los sodomitas que hacían ostentación de sus aberraciones, los de cabezas rapadas que les insultaban o les daban una paliza con cualquier excusa, la inagotable oferta de toda clase de vicios. Si Satán vivía en alguna parte no podía ser muy distinta a Londres. Él y sus amigos fueron sumergiéndose en un círculo cada vez más reducido y oscuro, una nueva existencia de obediencia y rigor religioso que tenía como base el odio a los enemigos de Dios. Llevaba ya cuatro años en Londres cuando alguien habló de hacer algo más que gritar en las manifestaciones. Hazim se resistía aún a la idea de inmolarse, pero el imán tuvo unas palabras con él y le convenció que no había lugar más alto ante Dios que el de los que habían sufrido y muerto por Su causa. Uno de sus amigos le prometió que daría 20.000 dólares a sus padres si la operación tenía éxito. Así que Hazim un día se lavó concienzudamente, se afeitó y se puso un chaleco que uno de sus amigos había preparado. Asustado pero con paso decidido se dirigió a la embajada norteamericana. La seguridad era apabullante y no esperaba poder entrar, pero la cola en la puerta era larga y no estaba vigilada. Esperó pacientemente y al llegar al control de acceso un adusto suboficial de marines le preguntó el motivo de su visita. Dijo que quería solicitar un visado y el suboficial, sospechando por su nerviosismo, le indicó que esperase en la puerta. Cuando ésta se abrió se encontró con otros dos marines que flanqueaban la entrada y otros dos más alejados. Estaba claro que no podía dejar que le registrasen, así que echó a correr y recorrió unos metros antes de ser placado por los cuatro hombretones. Uno de ellos al palpar el chaleco debajo de su chaquetón gritó “¡Bomba, bomba!”. Fue lo último que oyó. Hazim se encomendó a Dios y apretó el interruptor de su mano derecha. Los cinco saltaron juntos en pedazos y abandonaron este mundo, aunque habría luego más de una opinión sobre en qué dirección lo hicieron.

Yafaar recibió la noticia de un funcionario del Ministerio de Asuntos Exteriores que acompañaba al policía que les interrogó a él y a su familia. De repente se convirtieron en miembros muy respetados de su comunidad. Un día alguien se presentó en casa de sus padres con una bolsa de deporte llena de dinero y les contó que su hermano había decidido convertirse en un shahid, un mártir. Yaafar estaba desolado. Sabía que su hermano era un musulmán devoto, pero de ahí a inmolarse…tenía que haber algo más. El mensajero era un hombre hábil que...

jueves, 6 de mayo de 2010

Introducción

Hacía años que el mundo no quería saber de Somalia, y con razón. Después de la caída del régimen de Siad Barre en 1991, el país cayó en un estado perpetuo de empobrecimiento y guerra civil. Cuando la hambruna y la violencia llegaron a extremos que atrajeron la atención mediática, la ONU quiso enmendar los errores de Bosnia e invocó el Artículo VII, que autorizaba el uso de la fuerza para hacer cumplir sus resoluciones. Anteriormente sólo se había usado ese artículo en Corea y en la Guerra del Golfo. El resultado fue la Operación Devolver la Esperanza, la más ambiciosa de la ONU hasta entonces. Se trataba de un despliegue de unos 38.000 soldados que además de paliar la dramática situación humanitaria pretendía crear una nueva nación. Los somalíes agradecieron lo primero, pero rechazaron lo segundo. Las detenciones de señores de la guerra y su personal fueron vistas como una injerencia en sus asuntos internos y Somalia se convirtió en un lugar cada vez más hostil para unas tropas que creían estar haciendo lo correcto. El resultado fue una sucesión de combates, como los que costaron la vida a veinticuatro cascos azules paquistaníes en junio de 1993, a dieciocho militares norteamericanos cuatro meses después y a cientos de milicianos y civiles somalíes. Se admitió el fracaso y las tropas abandonaron Somalia. La ONU lo sumó a los fracasos de Ruanda y Yugoslavia y el gobierno norteamericano ya no quiso emplear tropas terrestres en combate hasta después del 11-S.

Los sucesivos años de guerra y sequía hicieron de Somalia un país no apto para los vivos, pero Al Qaeda no pensaba lo mismo. Su presencia en el país se remontaba a 1996, pero fue a partir de 2006 cuando comenzó a hacerse más significativa con el envío de voluntarios. A pesar de que se hacía casi imposible el establecimiento de una administración central, se intentó de nuevo con el establecimiento de un gobierno federal de transición apoyado por tropas de la Unión Africana. El problema de la misión que sería conocida como AMISOM sería doble. Por una parte su mandato les daba una función poco más que defensiva; y por otra, el contingente más importante era etíope, históricamente enfrentados con los somalíes. Esa última circunstancia volvió a aglutinar a los grupos armados somalíes en un gran movimiento de insurgencia alrededor de la Unión de Tribunales Islámicos.

Al final, el gobierno etíope decidió que lo mejor que podía hacer por Somalia era sacar de allí a sus tropas. Una asamblea de la Unión de tribunales Islámicos eligió en Yibuti un nuevo gobierno federal de transición, pero el fin de la guerra contra los etíopes enfrentó a antiguos aliados islamistas: el ala radical, encabezada por Hassan Dahir Aweys y el ala moderada, encabezada por el nuevo presidente Sharif Ahmed.

Fue por esa época cuando Somalia volvió a atraer la atención del mundo, aunque no tanto por sus problemas como por una proyección de los mismos. Resentidos contra los extranjeros por los vertidos ilegales y por la pesca abusiva en aguas somalíes, muchos agricultores y pescadores arruinados encontraron una lucrativa ocupación como piratas. La mayoría de ellos procedían de Puntlandia, junto al Golfo de Adén, por donde pasa el 20% del comercio marítimo mundial y el 40% del petróleo con destino a Europa. Con un tránsito anual de 30.000 buques y sin autoridad que se lo impidiese, la piratería no tardó en convertirse en una industria en expansión. Sólo en 2008 se recaudaron entre 25 y 50 millones de dólares con 40 secuestros con éxito. En el primer trimestre de 2009 ya se superó ese número.

La ONU volvió a reaccionar con una resolución que autorizaba todas las medidas necesarias para luchar contra la piratería contando con el gobierno somalí. La Unión Europea organizó la primera misión naval de su historia, la Operación Atalanta, que fue seguida del envío de buques de India, Rusia, China, Estados unidos y otros países. A pesar de que cada vez se detenían más piratas y que su porcentaje de éxitos era menor, los analistas occidentales coincidían en que sólo se podría acabar con la piratería actuando contra las bases en tierra. Pero el gobierno somalí nunca lo autorizó por miedo a perder los pocos apoyos que tenía en su país.

Si bien la relación de Al Qaeda con Al Shabaab es admitida incluso por esta última, la vinculación entre la piratería y la insurgencia yihadista no suele ser aireada. Esto se debe en parte a que los piratas son extorsionados por los clanes y Al Shabaab. La piratería se ha convertido en un negocio millonario que comparten desde miembros de la diáspora somalí hasta empleados de los puertos del Golfo, y empíricamente el aumento de los ingresos de la piratería siempre precede a una ofensiva de los insurgentes.

En el noroeste queda Somalilandia, la antigua Somalia Británica, que vive como un país independiente de facto desde que empezó el caos en 1991. Con su propio gobierno, moneda y bandera, su independencia no ha sido reconocida salvo por unos pocos países. A pesar de ser un estado islámico, aplicar la Sharia y del déficit democrático de su gobierno, la situación allí es muy distinta. Aparte del debate en contra y a favor de la independencia y de los periódicos conflictos entre clanes, Somalilandia es un estado viable que parece esperar a convertirse en el primer "tigre africano" gracias a la inversión extranjera.

Mientras tanto, la situación en Somalia, que cubre la mayor parte de la antigua Somalia Italiana, no hace más que deteriorarse. El territorio controlado por el gobierno y la AMISOM se reduce al puerto de Mogadiscio, el aeropuerto y el distrito gubernamental. La insurgencia, una coalición que une a Al Shabaab, Hizbul Islam, voluntarios de Al Qaeda y otros grupos armados, ha llegado a estar a 500 metros del palacio presidencial. La ONU, la Unión Europea, la Unión Africana y los Estados Unidos han expresado su apoyo al gobierno provisional somalí y han proporcionado ayuda económica y militar, pero es difícil predecir si el gobierno podrá superar la debacle. En el resto del país, milicias islamistas moderadas se disputan con los yihadistas el control de poblaciones que cambian de manos una y otra vez.

Sólo desde 2007, la guerra se ha cobrado unos 25.000 muertos. Unos tres millones y medio de somalíes (la mitad de la población) necesitan asistencia urgente, cerca de dos millones viven como desplazados y hay unos 500.000 refugiados en los países vecinos. En el momento de escribir estas líneas (febrero de 2010), la insurgencia controla la mayor parte del país y la práctica totalidad de la capital. El gobierno sólo cuenta con unos 3.000 militares somalíes y una AMISOM que no llega a los 5.000. La ONU no ve viable el envío de una misión terrestre de pacificación y muchos analistas opinan que el gobierno somalí no llegará a fin de año y que Somalia se convertirá en el principal santuario de Al Qaeda en África.

El relato que sigue es una ficción; los personajes, salvo los de Hassan Dahir Aweys, Ayman Al Zawahiri, Javier Solana, Ban Ki-moon, Angela Merkel y Andrew Mwangura, no pretenden reflejar personas vivas ni fallecidas. La acción se sitúa en un futuro muy próximo y la hora se expresa en horario local.

Asimismo, quisiera en estas líneas expresar un humilde reconocimiento a los periodistas, militares, funcionarios, legisladores, cooperantes y todos aquellos que han muerto intentando hacer de Somalia un lugar para vivir.

Espero que disfruten con la lectura.

Sinopsis


El gobierno somalí ha caído definitivamente. Somalia es gobernada por un régimen islamista afín a Al Qaeda y controlado por Al Shabaab. La situación humanitaria es catastrófica con más de dos millones de refugiados. La ONU decide apoyar la secesión de Somalilandia y autorizar el envío de una fuerza militar europea. Espara prepara un contingente de Infantería de Marina y del Ejército de Tierra mientras mantiene su compromiso con la operación Atalanta.

La agrupación española conocida como SPAFSOM es un abigarrado tapiz de personalidades u motivaciones. Desde un coronel que ve la misión como una oportunidad en su carrera hasta el reservista que intenta solucionar su penuria y su crisis matrimonial. Los vínculos forjados a lo largo de su entrenamiento acabarán siendo determinantes para el desenlace de la misión.

Al Qaeda tiene problemas en Asia Central y decide trasladar su cúpula a Somalia. Allí trabaja Patterson, un resuelto agente de la CIA que anda a la caza de toda información que pueda proporcionarle su red de informadores. En su punto de mira está un abogado sudanés, Yafaar Hussein, que recibe el encargo de ir al caótico país y preparar la residencia para un líder del máximo nivel. Patterson tiene unas órdenes que no puede cumplir, pero un hecho terrible le dará una oportunidad con la que no contaba.

Al Shabaab secuestra a ocho militares españoles. Exige la retirada de las tropas o ejecutará a un rehén por semana. Un gobierno superado por la crisis, una Unión Europea que no admite más retiradas y unos islamistas que no están tan unidos como parece. Los militares españoles tendrán que replantearse los límites de su misión a medida que se agota el plazo y reciben una inesperada ayuda.

Tras Plenos Poderes, Echo Sierra es un nuevo viaje hacia el corazón de una misión exterior española. Una misión en que la línea que separa la dignidad y la disciplina es tan difusa como la que une la necesidad de nuestros actos con sus consecuencias.