miércoles, 26 de mayo de 2010

Medina se presenta en la unidad

Cuartel General del TEAR. San Fernando, Cádiz. 1 de marzo. 08:29.


Era una mañana fresca y Medina atravesaba el patio adoquinado buscando la oficina de S-1, la encargada de los asuntos de personal. Había pasado la noche en una pensión cercana ante la imposibilidad del cabo de guardia de encontrarle un alojamiento la tarde anterior. Así que se había levantado temprano, se había puesto su uniforme de campaña para ahorrar tiempo y ahora se preparaba para incorporarse a la activación que esperaba que solucionase sus problemas. Repasaba mentalmente los detalles. Se había cortado el pelo al dos, su uniformidad era impecable y casi podía mirarse en sus botas. Llevaba su petate y un portatrajes, la verdad era que pesaban un poco. Entró en el edificio que le habían indicado y buscó la oficina de S-1. Estaba al final de pasillo, abrió la puerta y entre el grupo de recién llegados le alegró ver una cara conocida.

- Muñoz, me alegro de verte.

- ¡Coño, a la orden mi alférez! No sabía que le habían llamado. ¿Se viene también a lo de Somalilandia?

- Si, así de desesperados están. ¿Y con el trabajo qué has hecho?

- Más me ha costado convencer a la máquina de reñir, pero se lo he vendido lo mejor posible y parece que ya se ha hecho a la idea. ¿Y usted qué?

- El trabajo no ha sido problema porque no lo tengo. Lo de la parienta si me ha costado algún roce. Bueno, ¿con quien hay que hablar aquí?

- El brigada Recuero es quien asigna los destinos y recoge la documentación. ¿Sabe si van a venir más reservistas?

- Por el foro se dice que sobre cincuenta, pero no te sabría decir. A los de Tierra los han activado antes, pero tampoco parece que sean muchos. ¿Algún conocido por aquí?

- Aparte de usted ninguno de momento. Ya veremos, parece que somos de los primeros.

Los dos hombres siguieron hablando mientras corría la cola. Muñoz tenía plaza de conductor y fue asignado a la Compañía de Servicios. Medina le despidió con un apretón en el brazo y le deseó suerte.

- Buenos días –dijo medina sacando de un sobre grande la documentación que tenía que entregar.

- Hoja de domiciliación bancaria, hoja del ISFAS, A-3, A-2… ¿Tiene el A-4, la hoja de notificación del cese de activación? Es mejor dejarlo firmado ya.

- No hay problema.

Lo sacó del sobre, lo firmó y lo entregó al brigada.

- ¿Trae coche?

- No.

- Necesitará alojamiento, supongo.

- Supone bien.

- Esta es la llave de su camareta. Bajando por esta misma calle, la segunda a la izquierda. Allí verá unos alojamientos modulares, allí es donde estamos alojando al personal agregado. Veamos, usted es…traductor. ¿Qué idiomas habla?

- Estoy certificado oficialmente para inglés, francés y alemán. Me apaño bien en ruso y árabe, pero no estoy certificado.

- Vaya –dijo Recuero alzando las cejas, pero sin levantar la vista de los listados que tenía en su mostrador-. Un momento, por favor.

Recuero fue al despacho del capitán con el expediente de Medina, que vio un poco como hablaban los dos hombres, aunque sin oir lo que decían. El capitán parecía contrariado y meneó la cabeza. El brigada salió al mostrador, guardó el expediente de Medina e hizo una anotación en un listado.

- Séptima Compañía. Con el capitán Mondaza –dijo escuetamente.

- Visto. ¿Dónde puedo encontrarle?

- Buena pregunta. De momento vaya a la compañía y si no está allí espérele. Según se sale por el pasillo largo a la izquierda está el III Batallón. La 7ª Compañía está en la planta baja. Pregunte allí por el despacho del capitán.

- ¿Llevo antes mis cosas al alojamiento?

- Mejor si. Busque la camareta Nº 2 en los alojamientos modulares, saliendo…

- …bajando y la segunda a la izquierda, le he oído antes. ¿Ya está todo?

- Ya lo tiene todo. Mejor no se demore con Mondaza.

- Pues hasta luego.

- Hasta más ver.

Nada, otro que no saluda a los oficiales reservistas, se dijo Medina. Cogió su equipaje y buscó el alojamiento. Encontró una especie de contenedores con aire acondicionado a la sombra de unos pinos. Subió las escaleras y encontró su camareta, que de momento estaba vacía. Se tomó un rato para poner la ropa de cama, llenar la taquilla metálica con sus cosas y dejar la camareta lista para usar. Al menos estaba limpia. Bajó las escaleras y buscó el III Batallón, se trataba de un edificio pintado de blanco con rodapiés y pilares de granito. Entró y al principio le pareció muy decorado para ser una unidad operativa. El cuartelero se puso en pie al verle.

- A la orden, mi alférez.

- Hola. ¿Dónde puedo encontrar al capitán Mondaza?

- Acaba de volver, mi alférez. Está en ese despacho –dio señalando.

- Bien, gracias.

Medina oyó voces en el interior y esperó en la puerta. El tono era elevado, aunque la voz no era potente. No pudo distinguir el acento, aunque le parecía que tenía cierto deje andaluz. También oyó una voz más joven, aunque tan baja que no pudo entender lo que decía. Pasados unos minutos, un joven infante de marina salió del despacho con aire preocupado. Fue entonces cuando dio unos toques con los nudillos en la puerta. La cabeza de Mondaza se giró hacia la puerta y dirigió una mirada muy poco amable a Medina.

- ¿Y usted qué quiere?

- A la orden, mi capitán. Se presenta el alférez Alberto Medina Aguado, asignado a esta compañía. Parece que soy su traductor –dijo en posición de firme.

- Descanse. Ya me dijeron que llegaría. Bueno, pues bienvenido. Pero pase. O sea que traductor. ¿De qué?

- Estoy certificado en inglés, francés y alemán. También hablo un poco de árabe y ruso.

- ¿Anta tatalamuka aloja al arabiya?

- Naam, kalil. ¿Usted habla también árabe, mi capitán?

- Me las arreglo para hablar, pero leerlo y escribirlo es otra cosa. Soy de Melilla y claro, crecí rodeado de moros. Llega usted a tiempo, esta noche tenemos una marchita de veinticinco kilómetros. ¿Se ve capaz?

- Si, mi capitán –respondió Medina, que empezaba a pensar que Mondaza no iba a invitarle a sentarse.

- Yo ahora tengo que hacer. Usted vaya a la furrilería y hable con el cabo Llorente. Que le de el equipo de campaña. Si tiene alguna duda sobre lo que tiene que llevar pregúntele a él. Instálese y me busca después de comer, a las 16:00. Tendremos una teórica sobre marcha y orientación, después revisamos el equipo, cogemos armamento y a las 19: 30 nos vamos de marcha. Puede irse.

- A la orden, mi capitán.

Medina salió del despacho y preguntó por la furrilería, que estaba en el sótano. Allí encontró un risueño cabo que por la edad debía ser de tropa permanente.

- A la orden, mi alférez. ¿En qué puedo servirle?

- Buenas. Me acaban de agregar a la compañía, esta noche nos vamos de marcha. ¿Puede darme el equipo de campaña?

- ¿Qué le hace falta?

- Pues casi todo, acabo de llegar.

- ¿Es usted de los reservistas que van de misión? –dijo poniéndose a buscar en los estantes-. ¿Y con quien está?

- Con el capitán Mondaza, acabo de presentarme a él.

El furriel se paró en seco y miró a Medina meneando la cabeza con expresión de póquer.

- ¿Pasa algo con Mondaza?

- Nada, espero que venga con los machos apretados. Mondaza es un personaje. No me entienda mal, es un oficial cojonudo y en el fondo es buena gente, pero hasta que se llega al fondo…

- Ya he visto que no es Mister Simpatía.

- No, no es eso –respondió Llorente sin dejar de llenar una mochila de campaña que había sacado-. El tío ha pasado por operaciones especiales como tropa, como suboficial y como oficial. No se de nadie más que lo haya hecho. Y no aguanta tonterías. A mí me cae bien, pero se pasa de serio. Ahora le han elegido para mandar la QRF de la agrupación y está metiendo caña a base de bien.

- Ya veo. ¿Le conoce desde hace mucho?

- Yo llevo quince años aquí, y menos un par de años que estuvo en la AGRUMAD, siempre ha estado aquí también. Antes no se. Tampoco es que él de mucha confianza, ¿entiende?

- Ya, un tío duro. ¿Algún consejo?

- El tío se tira de cabeza por su gente, pero no tiene correa. Si no quiere tener problemas con él, mi consejo es que trabaje como un negro y no gaste bromas. Tiene buen fondo, no me entienda mal. Es que…hay que ganárselo.

El equipo se iba acumulando en el mostrador y en la mochila, y con él la aprensión de Medina ante la perspectiva de tener que llevar todo aquello encima a lo largo de veinticinco kilómetros. El cabo iba punteando las piezas de equipo en una hoja. Cuando terminó de...

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